GURDJIEFF ARGENTINA

Astrología como Ciencia Oculta

Oskar Adler


Primera conferencia

"Si el ojo no fuese solar
el sol no lo contemplaría."

(GOETHE - PLOTINO)

Nos hemos reunido para penetrar conjuntamente en el estudio de una de las ciencias más antiguas con que cuenta la humanidad. En torno de esta ciencia se tiende desde los tiempos más remotos un nimbo de santidad. Y ello no sólo ocurre por el hecho de que el objeto de esta ciencia abarque literalmente todo lo que existe, sino también porque aquella ciencia o, más propiamente, aquel "saber" no se originó como producto de investigación minuciosa, como producto de experiencias trabajosamente acumuladas, sino por una especie de "revelación" cuyas hipótesis eran de índole muy distinta, de índole mucho más íntima que todo aquello que hoy día suele llamarse investigación científica.

De ahí que el principiante deba tener presente que, al iniciar este estudio, penetrará en una esfera del conocimiento que, por su carácter, pertenece enteramente al terreno de las ciencias ocultas.

Para aclarar esto, comenzaremos por intentar una definición imparcial de aquello que llamamos "astrología".

La astrología es el estudio de las relaciones cósmicas, universales e indestructibles, de todos los acontecimientos, especialmente de los acontecimientos humanos sobre la Tierra tomados estos acontecimientos humanos, esta "existencia" humana, juntamente con la historia de su evolución, no sólo en sentido general, sino también en el sentido de la existencia particular del individuo y su historia con los sucesos exteriores y los sucesos que confieren su contenido a la vida subjetiva, esto es, el dolor y el placer, el temor y la esperanza, el amor y el odio, el error y la verdad, el nacimiento, la enfermedad y la muerte, o, para decirlo en una palabra, el "destino" del ser humano.

De esta definición se concluye que una ciencia como la astrología no podrá seguir el método que adoptan las ciencias físicas de nuestra época; más aún, en una época como la nuestra, ni siquiera podría haberse originado una ciencia del tipo de la astrología. Las ciencias físicas siguen un método diametralmente opuesto al de la ciencia que acabamos de definir.

Las ciencias físicas no parten de la idea de una relación cósmica universal que supere las relaciones particulares, sino que lo hacen del fenómeno y de la observación particulares, yendo, en consecuencia, de lo particular a lo universal y tratando en lo posible de verificar por el experimento los resultados de la investigación, esto es, reemplazando el material que se obtuvo de la experiencia física por un material artificial inalterable, destinado a demostrar la exactitud de los conocimientos obtenidos por aquella investigación de la naturaleza. Es evidente que una ciencia de este tipo jamás podría desembocar, ni aun en sus consecuencias últimas, en los fundamentos de la astrología tal y como los hemos definido, pues el método de investigación de esta ciencia penetra progresivamente en el detalle, no pudiendo jamás decirse que llegue a su término, de modo que el experimento hallaría en este caso dificultades insuperables.

Pero, por otro lado, nos encontramos con el hecho singular de que precisamente en nuestros días las ciencias físicas comienzan a ocuparse del conocimiento astrológico; investigadores plenamente imbuidos del espíritu de las ciencias físicas vuelven la atención a aquellas doctrinas antiquísimas, para incluirlas, en cierto sentido, en la esfera de sus conocimientos científicos de carácter exacto.

Es así que vemos originarse hoy día una especie de astrología de las ciencias físicas que quisiera negar rotundamente que procede de las ciencias ocultas y que, dentro del cuadro de las ciencias de nuestro tiempo, presenta una especie de carácter bastardo, imposible de ser incluido ni en el marco de la ciencia moderna ni en el de la remota ciencia "sagrada".

No cabe duda de que las causas que llegaron a conmover la posición hasta ahora intransigente de la investigación "rigurosamente científica" habrán sido de peso.

Las ciencias físicas se encuentran en nuestra época en una fase crítica de su desarrollo, que yo llamaría "crisis de la noción de causalidad". El primer paso hacia esta crisis lo dio, como sabemos, el filósofo inglés David Hume, al hacer notar que la causalidad o la relación de causa y efecto no puede ser percibida por la observación objetiva, sino que solamente puede sospecharse su existencia. Sólo percibimos series o consecuencias de fenómenos, jamás relaciones causales en sí mismas. Las relaciones causales las incluimos dentro de aquellas series de fenómenos. ¿Tenemos derecho a sostener que tan siquiera existen las relaciones causales?

Este difícil problema de carácter gnoseológico, que al comienzo no ocupó más que a los filósofos, ha penetrado ya en la esfera de las ciencias físicas y ha dado origen a lo que estas ciencias llaman orgullosamente su "exactitud", la cual, empero, en lo esencial, se basa en la prescindencia absoluta de toda causalidad.

Creo que es este el lugar adecuado para dar una idea del camino que llevó hasta aquel punto critico, basándome para ello en la exposición del francés Augusto Comte. Este filósofo reconoce tres etapas en el desarrollo de las ciencias físicas.

La primera etapa, que en cierta medida se origina en la infancia de la humanidad, es la "teológica". El hombre sospecha que detrás de los fenómenos de la naturaleza obran espíritus o demonios invisibles al ojo físico; estos espíritus o demonios manifiestan su existencia por medio de los fenómenos que tienen lugar en la naturaleza. Júpiter arroja el rayo, Júpiter tonante lanza el trueno, Jupiter pluvius hace llover, las deidades fluviales mueven las aguas, las dríadas determinan la vida y el crecimiento de los árboles, Eolo sopla los vientos, Vulcano forja el metal en las profundidades del fuego terrestre.

Esta etapa infantil (que Tylor llama "animismo") desemboca en una segunda etapa: la de la adolescencia de la humanidad. Augusto Comte llama a este grado de desarrollo del conocimiento científico de la la naturaleza, el "estadio metafísico". Los demonios desaparecen de la mente humana, ya algo más madura, y en su lugar aparecen las "fuerzas naturales".

Pero ¿qué se ganó con el cambio? Nada más que una sustitución de denominaciones. El calor, la luz, el sonido, la electricidad, el magnetismo, la gravedad, etcétera, no son más que otros tantos nombres de aquello que antes se llamaba "demonio"; y tales nombres son tan invisibles como lo eran los demonios que había detrás de los fenómenos de la naturaleza; es decir que las "fuerzas naturales" también están "detrás" de los procesos físicos que representan lo puramente real. Hubo que reunir, pues, el valor suficiente para borrar todo esto, para sacrificar aún este último resto de metafísica con que la humanidad quiso salvar su credulidad infantil al pasar a la etapa de la adolescencia.

Creer en la existencia de esas "fuerzas naturales" es seguir rindiendo culto a una teología disfrazada, a una metafísica "prohibitiva".

Es de este modo que la humanidad llega finalmente a su tercera etapa, al estadio maduro de la ciencia positiva o exacta. Lo que caracteriza a estas ciencias positivas y les confiere a la vez su valor de exactitud es, como ya hemos dicho, la prescindencia total de que hacen gala con respecto a cualquier tipo de metafísica en el sentido que acabamos de exponer o, para decirlo más sencillamente, en la prescindencia de todo resto de antropomorfismo, de ese antropomorfismo que, en realidad, constituye el fondo de toda causalidad o de toda necesidad causal. El ideal de la objetividad completa se alcanzaría únicamente en el momento en que se pudiera eliminar al sujeto observador.

¡De modo que estamos en la misma! Las ciencias físicas ven limitadas sus funciones a la "descripción lo más sencilla y completa posible de los procesos naturales" (Kirchhoff, Mach). De modo que, en una palabra, aquellas ciencias llegan a constituirse en una estadística lo más sumaria posible de los procesos físicos. De ahí que haya que tener presente que todas las teorías que se originan en la aspiración a establecer relaciones entre los elementos que componen el material estadístico, para satisfacer la necesidad causal, no pueden tener más valor que el de una "mnemotecnia" destinada a facilitar el dominio sobre el material estadístico. Lo que llamamos ley física no es más que el compendio mnemoeconómico, por medio de fórmulas memorísticas, del mayor número posible de series de fenómenos.

Pero sabemos que el destino de toda estadística es el de no poder dar jamás un cuadro completo de la realidad. Es así que asistimos al curioso espectáculo que brinda una ciencia física que querría menospreciar a la astrología por su calidad de ciencia oculta, pero que no vacila en abrir a esta ciencia las puertas en tanto la astrología renuncie a toda pretensión que no sea la de constituir una mera estadística de los acontecimientos cósmicos y su coincidencia con los procesos terrestres y aun con los procesos humanos.

Pero no es esta la "astrología" que vamos a estudiar nosotros. La verdadera astrología jamás fue una estadística. Su sentido más peculiar el de penetrar en las relaciones cósmicas del acaecer terrestre no podrá obtenerse por ese camino. El único método que nos llevará a nuestra meta es el propio de las ciencias ocultas.

¿Que es la "ciencia oculta"? ¿Qué significa esta denominación y qué nos ofrece su contenido?

La denominación de ciencia oculta no responde únicamente al hecho de que el contenido de tal ciencia haya sido un secreto, un conocimiento que había que "ocultar" a quienes no formasen parte de una cierta minoría de "elegidos"; más aún, ni siquiera es esta la causa principal que llevó a aquella denominación. Lo que determina que esta ciencia sea "oculta" es el hecho de que la fuente cognoscitiva de que proviene tal saber se encuentre en el misterio de la "interioridad" del propio ser humano; sólo al descubrirse esa fuente, al encontrarse el acceso a ella, se comienza a revelar una esfera del saber que, en última instancia, se basa en la premisa del "ser uno con todo lo existente".

Es de este modo que, por su propia índole, este saber seguirá siendo oculto, pues en todo caso no será más que un saber inmediato y, por lo tanto, incompartible, pues el sujeto cobra "conciencia"

 



 

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