GURDJIEFF ARGENTINA
 

Poema: La Búsqueda de Krishnamurti-–Escrito en 1932-Para ser declamado de un tirón,con voz grave y profunda-

Durante mucho tiempo anduve errante por este mundo de cosas transitorias. De él los fugaces placeres he probado, y desde su misma fundación he experimentado la disipación de todas las cosas que, aunque bellas, alegres y placenteras, cual el hermoso arco iris, pronto se desvanecen en la nada.

Buscando lo Eterno me perdí en lo fugaz. Buscando la Verdad gusté todas las cosas.

En pasados siglos conocí los placeres del transitorio mundo. Fui la madre amorosa con sus hijos, el orgulloso, el libre, y el mendigo que la faz de la tierra recorre; sentí la satisfacción del opulento; fui la mujer seductora la hermosa y la fea, el autoritario, el poderoso, el importante, el cauto y el dadivoso, el oprimido, el opresor, el libertador y el tirano.

Fui el hombre acaudalado, el que a todo renuncia – el sannyasi -, el activo y el soñador, el orgulloso sacerdote con sus fastuosas vestiduras y el humilde adorador, el poeta, el artista y el creador.

He adorado en todos los altares del mundo, todas las religiones me han conocido y he practicado infinitas ceremonias; en el fausto del mundo me he regocijado; he luchado en batallas adversas y victoriosas; fui desdeñado, y hombre de placeres y abundancias; familiarizado estuve con la aflicción y las agonías de muchas amarguras.

En las reconditeces de mi corazón me he regocijado. He conocido muchos nacimientos y muertes. Por todos estos efímeros dominios he vagado, pasando éxtasis que creí duraderos, pero nunca logre encontrar ese eterno Reino de la felicidad.

Oh, Verdad imperecedera. Felicidad eterna, culminación de toda Sabiduría.

Una vez Te busqué en la cumbre de la montaña, en el firmamento estrellado, en las manchas de la blanda luna, en los templos del hombre, en los libros del erudito, en la tierna hoja primaveral, en las bulliciosas aguas, en la faz del hombre, en el espumoso arroyo, en el dolor, en la pena, en la alegría y en el éxtasis – pero no te encontré.

Como el alpinista que escala las grandes alturas, abandona a cada paso gran parte de su carga, así he trepado arrojando las cosas transitorias a un lado.

Como el sannyasi – con sus áureas vestiduras y la mendicante escudilla de la felicidad – así he renunciado.

Como el jardinero extirpa del jardín la cizaña destructora, así he aniquilado el yo,

Como el aire, así soy yo, libre y sin trabas.

Como el viento que penetra puro y vehemente en los rincones del valle, así he escudriñado las secretas moradas de mi alma, y de todas las cosas, pasadas y presentes, me he limpiado.

Cual denso manto de silencio que de súbito descendiera sobre el turbulento mundo, así, de repente, he encontrado oculta en mi corazón y en todo lo creado.

En la senda de la montaña, sobre una roca estaba yo sentado; allí estabas Tú junto a mí; todas las cosas están en Ti y en mi. Feliz es el hombre que a Ti y a mi nos encuentra en todo. Desde allí te contemplaba la luz del sol poniente, a través del delicado encaje de un árbol en brote; Te veía en las parpadeantes estrellas; y Te admiraba en el pájaro que raudo pasa hacia la oscura montaña.

Tu magnificencia ha despertado en mi loa gloria.

Puesto que he encontrado ¡oh mundo! La Verdad, la felicidad eterna, por eso la quiero dar.

Ven, pensemos juntos, reflexionemos y juntos seremos felices; razonemos juntos y traigamos la felicidad.

Puesto que he probado y conocido plenamente las penas y dolores, los arrobamientos y alegrías de este mundo fugaz, conozco vuestras fatigas y pesares. Como el esplendor de la mariposa, que sólo dura un día, así son ¡oh mundo! Tus deleites y placeres. Y tus penas y dolores son como las tribulaciones de un niño. Muchos placeres conducen a muchas aflicciones; muchos pesares a mayores penas; hay lucha continua e incesantes pequeñas victorias.

Como el delicado brote soporta el largo invierno y luego florece, llenando el aire de delicioso aroma, para marchitarse antes de que el sol se ponga, así son tus esfuerzos, tus triunfos y tu muerte: un ciclo de pena y placer, nacimiento y muerte.

Como yo me perdí en las cosas transitorias buscando esa Felicidad eterna, así ¡oh mundo! Te has perdido tú en lo fugaz. Despierta y reúne tus energías; mira alrededor y reflexiona.

La inmarcesible Felicidad- la felicidad que es la Verdad única, la felicidad que es el fin de toda búsqueda, la felicidad que es el objetivo de toda duda y consulta, la Felicidad que libera del nacimiento y la muerte, la felicidad que es la única ley, la Felicidad que es el único refugio, la Felicidad que es el origen de todas las cosas, la felicidad que da el eterno consuelo, la verdadera felicidad que es la Iluminación-mora eternamente en ti.

Puesto que he logrado fuerza, por eso quiero dar esta Felicidad. Puesto que he adquirido amoroso apartamiento, por eso quiero dar esta felicidad. Puesto que he conseguido la desapasionada pasión, por eso quiero dar esta felicidad. Puesto que he conquistado la vida y la muerte, por eso quiero dar esta felicidad.

Arroja a un lado ¡oh mundo! tus vanidades y sígueme, pues conozco el camino que sube a la montaña, y el sendero a través de esa inquietud y pesadumbre.

Solo hay una Verdad, una Ley, un refugio y un Guía para la eterna Felicidad

Despierta, levántate; reflexiona y reúne tus energías.

LA BUSQUEDA CANTO SEGUNDO

II

Cual los pájaros descansan en un árbol solo por una noche, así he departido con extranjeros, en mi larga jornada a través de muchas tierras.

De cada haz de grano he arrancado una espiga.

Al terminar cada día he cosechado algún provecho.

Del frondoso árbol he arrancado un fruto sazonado.

Mis días son más veloces que la lanzadera del tejedor.

LA BUSQUEDA CANTO TERCERO

III

Cual a través de una ventanita solo se contempla una hoja solitaria y un pedazo del dilatado cielo, así empecé a percibirte en el principio de todas las cosas. Y cual la hoja se marchita y una nube oscura cubre el cielo azul, así te secaste y disipaste Tu; pero volviste a surgir, como nueva hoja trae fresco verdor, y el trocito de cielo recobra su azul.

Durante muchas vidas he visto el frio invierno y la verde primavera. Prisionero en mi reducida estancia, no podía ver todo el árbol ni todo el firmamento. Jure que no existía el árbol ni el vasto cielo - esa era mi verdad.

Con el tiempo y la ruina se ensancho grandemente mi ventana. Y entonces contemple una rama con muchas hojas, y una mayor porción azul con muchas nubes.

Olvide la verde hoja solitaria, y el pequeño rodal del dilatado azul. Jure que allí no había árbol ni el vasto cielo - esa era mi Verdad.

Hastiado de esta prisión, de esta diminuta celda; enfurecido contra mi ventana, con los dedos sangrando arranque ladrillo tras ladrillo, y entonces, contemplé, todo el árbol, su gran tronco, sus muchas ramas y millares de hojas, y una inmensa porción del firmamento. Jure que no había otro árbol, ni otra porción del cielo esa era mi Verdad.

Ya no me retuvo más esta prisión, hui por la ventana ¡oh amigo! y vi todos los arboles y el inmenso espacio del cielo ilimitado. No obstante, vivo en toda hoja solitaria y en cada porción del vasto cielo azul; y, aunque vivo en toda prisión, mirando por cada ventanillo, estoy libertado. i Mirad! nada me ata esta es la Verdad.

LA BUSQUEDA CANTO CUARTO

IV

¡Oh mundo¡ en todas partes estas buscando la Felicidad.

En toda región, en todos los pueblos, entre los verdes arboles, entre los animales y junto a las saltadoras aguas, sobre las majestuosas montañas, entre los frescos valles, y en los campos abrasados por el sol, bajo los serenos y estrellados cielos, en el esplendor del sol poniente, en el fresco de la aurora todas las cosas buscan esa felicidad.

Aunque tus hijos levantan impenetrables muros rodeando su país y cerrando el paso a la felicidad que anhelan; aunque tus doctos sacerdotes disputan por los dioses que han de adorar; aunque es perturbada la satisfacción del adinerado; aunque el oprimido y el explotado sufren; aunque el pensador no ha encontrado la eterna solución; aunque el sannyasi, que renuncia al mundo, no ha alcanzado la iluminación; aunque el pordiosero, que implorando va de puerta en puerta, no ha encontrado amparo; aunque tu gente prefiera las densas tinieblas a la clara luz; aunque tus hombres hacen de la noche día todos están buscando esa perdurable Felicidad.

Como los tristes arboles sufren por brotar y verdecer con felicidad, así espera la felicidad eterna toda tu gente.

La dama elegante, atenta de los vestidos y riquezas, la que cubre su faz con afeites, la joven que coquetea, el hombre que busca la felicidad en los trajes, el que incesantemente bebe, el que no es feliz sin alguna diversión, el que mata por deporte, el sacerdote con suntuosos mantos, el hombre de humilde habito, el actor adornado para agradar al publico, el artista luchando por crear, el poeta que pone en palabras la inmensidad de sus pensamientos y ensueños, el músico cuya alma con el sonido se conmueve, el santo en su ascetismo, el pecador, si lo hay, a quien no importan Dios ni el hombre, el burgués que de todo se asusta, todos están buscando la Felicidad.

Ellos compran y venden, construyen esplendidos palacios, rodéanse de todo lo bello que el dinero pueda adquirir, plantan jardines que son el exquisito deleite del refinamiento, se cubren con joyas, se disputan y son encantadores, beben sin freno, comen sin medida, son virulentos y pacíficos, adoran y maldicen, aman y odian, mueren y nacen de nuevo, son crueles para el hombre y las bestias, destruyen y crean, producen y aniquilan y, no obstante todos buscan la Felicidad, la felicidad en las c osas transitorias.

La rosa magnifica y hermosa, muere mañana.

Buscando la felicidad erigen vastos edificios que llaman Iglesias, e ingresan en ellos; pero loa felicidad les elude allí como en las calles desiertas; Inventan un Dios para satisfacción propia, pero jamás encuentran en El lo que constantemente anhelan.

El incienso, las flores, las candelas, las suntuosas vestiduras y la música conmovedora, solo son incentivos para esa búsqueda. La nota grave de la campana lejana, el rezo monótono, invocando, clamando y rogando, solo son tanteos en las tinieblas en busca de esa Felicidad perdurable.

Buscando la felicidad construyen apacibles y gigantescos Templos que son el producto de muchas mentes y la obra de muchas manos. Pero ni los canticos ni el humo del alcanfor, ni la hermosura de los lotos sagrados satisfacen su anhelo.

Buscando la felicidad sobornan, corrompen, profanan la tierra, los mares y las montañas; esculpen imágenes que no responden a su demanda; y se destruyen unos a otros en su amor celoso. Como el torrente montañero arrolla cuanto encuentra, así es destruido en un instante el edificio de su felicidad.

Buscando la felicidad conceden títulos, nombres de agradable sonido, a los demás, creyendo haber encontrado el venero de la Eternidad, y resuelto el problema de su dolor.

Buscando la felicidad se casan, regocijándose con su dicha de nuevo encontrada; son felices como las flores que florecen con el sol y con el sol mueren. Cambian de amor y renuevan sus alegrías. Están satisfechos y enfatuados con arrobamiento, y en un instante, el dolor es la consecuencia de su fugaz alegría.

Como la cargada nube se desagua por si misma y desvanece en los cielos dejando otra vez límpido el firmamento, así es su amor, que es ahíto, que es imperioso, que crea y destruye. Su amor tan victorioso al principio, tan robusto de deseos, tan hermoso en pleno florecimiento, tan desenfrenado en su realización, se marchita cual la hoja, para nacer de nuevo, y de nuevo cual la hoja marchitarse. Como el triste árbol que ha perdido su lozanía, así es el hombre que busca la felicidad por medio del amor.

En la soledad, en las calles concurridas, buscan loa felicidad por la que todo el mundo suspira.

Los vientos susurran, las tormentas aterran, pero el hombre busca la Felicidad. La busca en las cosas transitorias, en las cosas pasajeras, en las cosas que puede tocar y percibir, pero cual la tierna hoja, su felicidad se aja y marchita y luego se lamenta de haberla perdido, como llora el niño por sus rotos juguetes.

Busca sus ansias, sus anhelos, sus deseos, sus egoísmos, sus querellas y sus iras, sus dignidades, sus ambiciones, sus glorias, sus recompensas, sus distinciones – he ahí la desilusión, he ahí la inutilidad, he ahí la desdicha.

Busca sus diferencias de clase, sus distinciones espirituales, sus limitaciones, su popularidad, sus prejuicios, su comprensión - he ahí la incertidumbre del propósito, he ahí lo inseguro de su felicidad.

Dondequiera que miréis, por doquiera que vaguéis, en cualquier parte que residáis, allí está el dolor, allí está la pena, allí hay vacíos nunca colmados, llagas abiertas, dolorosas, descarnadas y desnudas, o encubiertas con máscaras del regocijo. Mas ningún hombre dice – *Mi felicidad es indestructible*. Por todas partes existe la decadencia, la muerte y la renovación de la vida.

Así buscan la Felicidad en lo pasajero – su felicidad es del momento. Como la mariposa que prueba la miel de cada flor y muere en el día; como el desierto que inundado por la lluvia permanece estéril y sin una sombra, así es su felicidad. Numerosos cual las arenas del mar son sus actos en busca de esa Felicidad. Como el añoso y fuerte árbol que se eleva hacia el cielo y es derribado por el hacha en un momento, así es su felicidad.

Buscan su felicidad en lo transitorio, en lo fugaz, en lo objetivo, y no la encuentran. Tal es su felicidad veloz e insatisfecha.

¿Podéis cultivar el árbol de la felicidad en la arena?

La Felicidad que no se debilita con el uso, que se acrecienta por la acción, que con la sensación aumenta, que nace de la Verdad, que jamás degenera, que no tiene principio ni fin, que es libre; la Felicidad que es eterna, jamás ellos gustaron.

La Felicidad en que no existe la soledad, la que es de enorme evidencia, de desprendimiento, de amor no apegado a las personas, que está libre de prejuicios, que no está limitada por la tradición, ni restringida por la autoridad, ni atada por las supersticiones, ni pertenece a la religión; esa Felicidad que no depende de otro, ni tiene sacerdotes, ni es de secta alguna, ni precisa nombres, ni está cohibida por la ley, ni puede ser conmovida por Dios o el hombre; esa Felicidad que está aislada y lo abarca todo, que ventea desde las nevadas montañas, que sopla desde el cálido desierto, que quema, que sana, que destruye, que crea, que deleita en la soledad y entre la muchedumbre, que sacia el alma hasta la Eternidad, que es Dios, la esposa, la madre, el esposo, el padre y el niño; esa Felicidad que no tiene rangos, que es de la divinidad, la aristocracia, que es el refinamiento de lo refinado, que es en sí misma una filosofía, que es extensa como los mares, amplia como el cielo, profunda como el lago, tranquila como el apacible valle, impávida como la montaña; esa Felicidad que está más allá de la sombra de la muerte, y de las limitaciones del nacimiento, que es como la solidez de los acantilados, que posee el fruto de muchas generaciones, que es la consumación de todos los deseos, el arrobamiento del propósito, el origen de toda existencia, la fuente cuyas aguas alimentan a los mundos, que es el éxtasis y la alegría; esa Felicidad que es la rutilante estrella de nuestro ser, que produce el divino descontento, que es nacida de la Eternidad, que es la destrucción del yo, que es el manantial de la sabiduría, que crea la felicidad en los demás, que tiene el dominio sobre todas las cosas – tal Felicidad ¡oh mundo! Jamás has gustado.

Porque te han nutrido con el alimento de otros; por los labios de otro; te han adiestrado a extraer energía de otro; te han dicho que tu felicidad está en otro, que tu redención está en manos de otro, que la sabiduría está en boca de otro, que la verdad sólo puede lograrse por medio de otro; te han inducido a venerar el Dios de otro, a adorar en el altar de otro, a disciplinarte bajo la autoridad de otro, a formarte en el molde de otro, a morar a la sombra de otro, a crecer bajo la protección de otro; te han enseñado a apoyarte en otro, a oír con los oídos de otro, a sentir con el corazón de otro, a pensar con la mente de otro; a creer en las “verdades” de otro, No es tu Verdad.

Te has nutrido con los atractivos de las cosas transitorias; has sido sustentado con el alimento que jamás satisface; te has mantenido con el conocimiento que se disipa en la controversia; te has alimentado en las manos del satisfecho con lo falso y lo efímero; has sido sustentado por las leyes injustas, has caído en los engaños de los gobiernos y las filosofías; has sido guiado, impelido y expuesto; te has cobijado en la sombra que cambia a cada momento; te has nutrido con falsas verdades y falsos dioses; has sido estimulado con falsos deseos; te han sustentado con falsas ambiciones; te has mantenido con los frutos de la esperanza que nunca se realiza; te han enseñado a buscar la Verdad donde no está, en lo fugaz; te has nutrido con las cosas transitorias. Y en todo esto ¡ho mundo! Jamás encontrarás esa Felicidad por la que tu alma inquiere y sufre.

Pero, como el buzo se sumerge en el mar profundo en busca de la perla, arriesgando su vida por lo transitorio, así debes tú sumergirte en lo profundo de ti mismo en busca de la Eternidad.

Como el intrépido alpinista que escala por triunfar, así debes tú trepar a esa embriagadora altura, desde donde verás todas las cosas en su justa proporción.

Como el loto que a través del cieno arremete hacia arriba, así debes tú apartar a un lado todas las cosas transitorias, si quieres descubrir el Reino de la Felicidad.

Como el majestuoso árbol que basa su fuerza en sus ocultas raíces, y se recrea con los grandes vientos pasajeros, así debes cimentar tu profunda fuerza oculta en ti mismo y jugar con el transitorio mundo.

Como el río de veloz corriente conoce su origen, así debes conocer tu propio ser.

Como el lago de plácido azul cuya profundidad nadie conoce, así debe ser tu abismo impenetrable.

Como los mares contienen multitud de seres vivientes, así están en ti los ocultos secretos de todos los mundos.

Como brotan diferentes flores en la ladera de la montaña según la altura, así están en ti los grados de belleza.

Como la tierra está llena de tesoros ocultos que el hombre no ha visto, así hay en ti ocultos secretos que te son desconocidos.

Como los vientos poseen fuerza inagotable e inmensa, así existe en ti una gran energía insuperable.

Como brillan a la luz del sol las cumbres de los montes, así brillarás tú a la luz del conocimiento.

Como cambia de panorama el serpenteante sendero de la montaña, así hay en ti una constante revelación.

Como la lejana estrella que centellea en la noche oscura, así es el que se ha descubierto a sí mismo.

Sólo en ti está Dios, pues no hay otro Dios; tú eres el Dios que adoran todas las religiones y en todos los pueblos.

Sólo en ti está la alegría, el éxtasis, la fuerza y la energía.

Sólo en ti existe el poder de crear, cambiar y alterar.

Sólo en ti están las experiencias acumuladas de muchos siglos.

Sólo en ti está el origen de todas las cosas – amor, odio, celos, ira y bondad.

Sólo en ti yace el poder de crear o destruir.

Sólo en ti está el principio de todo pensar, sentir y actuar.

Sólo en ti radica la nobleza.

Sólo en ti no existe la soledad. Tú eres el señor de todas las cosas. Tú eres el origen de todo lo creado.

Sólo en ti yace el poder del bien y del mal.

Sólo en ti radica el poder de crear los Cielos y el infierno.

Sólo en ti yace el poder de regir el futuro y el presente. Tú eres el señor del Tiempo.

Sólo en ti está el Reino de la Felicidad.

Sólo en ti está la Verdad eterna.

Sólo en ti está el origen del Amor inagotable.

¡Oh mundo! Si quieres conocer todos los secretos ocultos, los tesoros de muchos siglos, las experiencias de muchas centurias, la fuerza acumulada por innumerables generaciones, el pensamiento del pasado, los éxtasis, alegrías, dolores y penas de remotos siglos, y los hechos, grandes o necios, de muchas vidas que se extienden tras de ti, los siglos de incertidumbre y duda; si quieres conocer el futuro inmenso, las grandes cumbres de gozoso crecimiento, el azar del bien y el mal, el resultado de todo pensamiento, emoción y acto, las muchas vidas pasadas y futuras; si quieres conocer tus odios, tus envidias, tus agonías, tus placeres y penas, tu amor extático, tus raptos de gozo, tu ardiente devoción, tu embriagador entusiasmo, tu alegre severidad, tu doloroso culto, tu desenfrenada adoración; si quieres preocuparte de lo duradero, de lo eterno, de lo indestructible, de la divinidad, de la inmortalidad, de la sabiduría que es el don de los cielos; si quieres conocer ese sempiterno Reino de la Felicidad, esa Belleza que jamás se marchita y muere, esa Verdad que es imperecedera y única - entonces ¡oh mundo” mira hondo dentro de ti, con vista clara, si quieres percibir todas las cosas.

Como el tranquilo lago que refleja los altos cielos, así se reflejarán todas las cosas en ti.

Como brotan las flores al cálido rayo del sol, así debes abrirte tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como el águila se remonta en los cielos, libre y sin freno, así debes remontarte tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como el río corre hacia el mar, así debes correr tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como la montaña sólida y plena de fuerza, así debes ser tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como la piedra preciosa centellea con el sol, así debes brillar tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como la madre es para el niño, tierna y afectuosa, así debes ser tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Como el viento libre y sin trabas, así debes ser tú, si quieres conocerte a ti mismo.

Si quieres gustar todas estas cosas ¡Ho Mundo! Y acompañarme en el Reino de la Felicidad, debes liberarte de lo que envenena a la Verdad: el Prejuicio. Pues eres inmenso en tus prejuicios, tanto en los antiguos como en los no experimentados.

Debes ser libre de la estrechez de la tradición, la inconsciencia de la costumbre y la rutina, la ruindad en tus emociones y pensamientos, las limitaciones de la religión, del culto y la adoración, la estrechez de la nacionalidad, las angosturas de la familia y los bienes, la mezquindad en el amor, la limitación de la amistad, la pequeñez de tu Dios y de la manera de acercarte a ÉL, la pobreza de tu concepción de lo bello, lo mezquino de tu trabajo y tu deber, la vanidad de tus proezas y glorias, la esperanza de tus premios y el temor a los castigos, el egoísmo de tus deseos, ambiciones y propósitos, lo mezquino de tus vehemencias y satisfacciones, la insignificancia de tus disgustos y alegrías, la vacuidad de tus contiendas y victorias, la limitación de tu ignorancia o saber, lo reducido de tus enseñanzas y leyes, la estrechez de tus ideas y opiniones – de todo esto debes liberarte.

El prejuicio es como la sombra en la faz de la montaña, como la negra nube en el límpido firmamento, como la rosa marchita que cesa de deleitar al mundo, como el pulgón que destruye la lozanía del fruto sazonado, como el pájaro que pierde la fuerza de sus alas, como el hombre de oídos insensibles a la música selecta, como el ciego que ignora la majestad de una puesta de sol, como el hombre desfallecido, incapaz de deleitarse en la experiencia.

El prejuicio es el lago cuya agitación le impide reflejar la belleza de los cielos, como la árida roca de la montaña, como el campo agostado, inclemente y monótono, como el cauce seco de un rio que durante muchos estíos desconoce los encantos de las refrescantes aguas, como el árbol que ha perdido su lozanía, como la mujer estéril, como el soplo del invierno que marchita todas las cosas, como la sombra de la muerte sobre un campo feraz.

El prejuicio es dañino, es el corruptor del mundo, es el destructor de lo bello, es la raíz de todo dolor, tiene su ser en la ignorancia, es un estado de profundas tinieblas impenetrables para la luz, es una abominación, es un pecado contra la Verdad.

Si quieres conocerte a ti mismo, debes librarte de esta cizaña que te ata, que te ahoga, que destruye tu vista, que mata tus afectos, que te impide pensar con claridad.

Cuando seas libre, sin trabas; cuando tengas tu cuerpo dominado y en calma; cuando tus ojos puedan ver todas las cosas en su pura desnudez; cuando tu corazón esté tranquilo y lleno de cariño; cuando tu mente esté bien equilibrada, entonces ¡oh mundo! Las puertas de ese Jardín - el Reino de la Felicidad – te estarán abiertas.

Canto quinto V

Desde los tiempos remotos; desde el mismo origen de la tierra, he conocido el fin para todas las cosas.

Como conoce el caudaloso río desde su nacimiento el fin de su larga jornada, aunque ha de recorrer muchas tierras, así yo he conocido.

Como en pleno invierno los árboles secos conocen la fecundidad gozosa de la cercana primavera, así este fin he conocido.

Mucho he vagado a través de muchas vidas, por muchas tierras, entre muchas gentes, en busca de este fin que he conocido.

Como las aguas estancadas, así permanecí, inmóvil, estancado, pero cual ellas se purifican con nuevas lluvias, fui yo purificado por el huracán del dolor.

He estado agobiado con muchas riquezas, con las opulencias del mundo, con las comodidades que producen el estancamiento.

Me he regocijado con la satisfacción de una multitud de cosas, hasta que la tormenta de las lágrimas me lavó el orgullo de la abundancia. Y mi vida se tornó como las tierras del desierto que no tienen sombra.

He adorado en los altares de los santuarios del camino, cuyos Dioses me negaron el fin que siempre he conocido.

Sus sacerdotes me tuvieron esclavizado con la magia de sus palabras y la intoxicación de su incienso. En las protectoras sombras de los muros del templo permanecí, en tinieblas, llorando por el fin que conocía. Hasta que de nuevo el torbellino del dolor otra vez me arrojó al amplio camino.

Creé filosofías, credos y complicadas teorías de la vida. Yo mismo me enterré en las creaciones intelectuales del hombre, y por ello fui muy arrogante. Pero cual la tormenta de repente arrasa, así quedé despojado y abrumado por la agonía de estas cosas transitorias.

Grade era mi amor e inmensa mi satisfacción de él derivada. Yo canté, bailé, en el arrobamiento de mi amor, pero, como se marchita la tierna rosa en los días de pleno estío, así se marchitó mi amor en los días de mi plena fruición. Quedé tan vacío como los extensos cielos, y lloré por el fin que había conocido.

Renunciando a todo, desnudo como llegué, apartado del mundo de placeres, en la soledad, bajo los corpulentos árboles, retirado en el apacible valle, perseguí el fin por el que clamaba mi alma, ese fin que había conocido a través de las edades.

Como reposa la flor por la noche, reteniendo su esplendor para las delicias de la mañana, así, reuniendo mis fuerzas, buceé hondo en los aposentos recónditos de mi corazón, por el gozo del descubrimiento.

Como se contempla la luz al final de un oscuro pasaje, así vi el fin de mi búsqueda, el fin que había conocido.

Como el constructor pone ladrillo sobre ladrillo, para el edificio que se propone erigir, así, desde los tiempos remotos, desde el mismo origen de la tierra, he acumulado el polvo de la experiencia, vida tras vida, para consumar el deseo de mi corazón.

¡Mirad! Mi casa está del todo terminada, y ahora soy libre para marchar.

Como el caudaloso río conoce desde su nacimiento el fin de su larga jornada, así yo he conocido.

Como en pleno invierno los árboles secos conocen la fecundidad gozosa de la cercana primavera, así yo he conocido.

Desde los tiempos remotos; desde el mismo origen de la tierra, he conocido el fin para todas las cosas.

¡He aquí! La hora ha llegado, la hora conocida. Estoy liberado, libre de la vida y de la muerte. El dolor y el placer ya no me solicitan; soy desinteresado en el afecto; estoy más allá de las fantasías de los Dioses.

Sereno cual un plenilunio en el tiempo de la siega, así estoy yo en los días de mi liberación. Soy sencillo como la tierna hoja, pues en mí hay muchos inviernos y primaveras.

Cual la gota de rocío nace del mar, así he nacido yo en el Océano de la Liberación.

Como los ríos misteriosos penetran en los extensos mares, así he entrado yo en el mundo de la Liberación.

Este es el fin que he conocido. Fin

 


 

 

 


 

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