El origen de la danza clásica japonesa data desde muy antiguo y está muy ligado al del teatro japonés
Kabuki . Puede tomarse como origen del Kabuki la presentación que hiciera en 1603 Izumo no Okuni, en un estilo conocido como “danza nenbutsu”, que se bailaba en conjunto dejando de lado todo lo superficial, acercando el alma al cielo, basándose en la sabiduría del Buda.
En el año 1629, se prohíbe el Kabuki interpretado por mujeres y surge el “wakashu kabuki” (kabuki para hombres jóvenes), para más tarde transformarse en el “yaro kabuki” (kabuki de hombres). De esta forma, los hombres se encargan tanto de los roles masculinos (otoko mai) como de los roles femeninos (onna mai), ayudándose con pelucas, maquillaje y vestuario apropiados a los personajes que representan. La danza tradicional japonesa se ha desarrollado en forma muy cercana al Kabuki, y con la apertura cultural de la era Meiji, llega a su máxima expresión. Desde fines del siglo XVIII, se va haciendo más popular y en 1852 pueden contarse 14 escuelas o ramas que la practican. En la actualidad pueden contarse más de 200, las cuales tienen diferentes formas de interpretar una misma danza, pero la técnica es la misma en todas.
Puede decirse que la danza japonesa, técnicamente se basa en la danza del teatro Kabuki. Se caracteriza por movimientos que si bien a los ojos del espectador son lentos, demandan una serie de posturas especiales, que son muy distintas de la danza occidental. Generalmente se usan abanicos, sombrillas e inclusive la manga del kimono (sode), que juegan un rol importante para acentuar movimientos o expresividad de la danza. A grandes rasgos, se puede decir que dentro de las danzas japonesas hay tres clases:
La danza japonesa sirve para mostrar el sentimiento del pueblo japonés; a la admiración que siente por la naturaleza. Así se baila a la belleza del cerezo (sakura) en primavera, al arce (momiji) que tiñe de rojo las montañas en otoño, a la blanca nieve en invierno y a la alegría del verano.