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Buscadores de la Verdad
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Febrero
de 2011 Número 19 Recordando a Carlos Matchelajovic: EL
TESTIGO INTERIOR
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Frase del Mes: Trazar, completar y cerrar el circulo de los conocimientos
humanos, después, por la Eliphas Levi | |||
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Quisiera que los presentes sientan que están en presencia de un testigo.Que alguien en ustedes es un testigo interior,que siente que está sentado acá,la presión de la silla sobre ,las nalgas;la presión de la tierra sobre la planta de los piés.La totalidad de su presencia aquí. ... | |||
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Las acciones sistemáticas que los guerreros llevan a cabo en estados de conciencia acrecentada son un recurso para per¬mitir que el otro yo se revele en términos de recuerdos. Este acto de recordar, aunque parece estar asociado solamente con los guerreros, es algo que pertenece a cualquier ser humano; cada uno de nosotros puede ir directamente a los recuerdos de nuestra luminosidad con resultados insondables.... | |||
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Nací en un barco de pesca, en una isla
de 6 km2, en Alaska, soy yupik. Viuda, me queda una hija y 6 nietos. Fui
la primera persona en Alaska que obtuvo el título de médico de Medicina
Tradicional y como tal trabajo en la Fundación South Central, pero no he
ido a la escuela. | |||
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Parte de nuestros deseos son naturales, y otra parte son vanos deseos; entre los naturales, unos son necesarios y otros no; y entre los necesarios, unos lo son para la felicidad, otros para el bienestar del cuerpo y otros para la vida misma. Conociendo bien estas clases de deseos es posible referir toda elección a la salud del cuerpo y a la serenidad del alma, porque en ello consiste la vida feliz. Pues actuamos siempre para no sufrir dolor ni pesar, y una vez que lo hemos conseguido ya no necesitamos de nada más. .. | |||
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En su taller, que abarcaba las dos habitaciones del sótano, Paracelso pidió a su Dios, a su indeterminado Dios, a cualquier Dios, que le enviara un discípulo. Atardecía. El escaso fuego de la chimenea arrojaba sombras irregulares. Levantarse para encender la lámpara de hierro era demasiado trabajo. Paracelso, distraído por la fatiga, olvidó su plegaria. La noche había borrado los polvorientos alambiques y el atanor cuando golpearon la puerta. El hombre, soñoliento, se levantó, ascendió la breve escalera de caracol y abrió una de las hojas. Entró un desconocido. También estaba muy cansado. Paracelso le indicó un banco; el otro se sentó y esperó. Durante un tiempo no cambiaron una palabra. | |||